Santo Domingo, República Dominicana. 17 de Abril de 2016
Preste atención, usted que se enoja conmigo porque yo cuento lo que he soñado. Uno es aquel quien me puede detener, Jehová. Pero si Jehová es su Dios, suelte en banda a cualquier soñador! ¿Qué soñador tiene poder? ¡Cuente quien quiera el sueño que quiera contar! ¡Profetice quien quiera profetizar! Yo, vivo o muerto, soy propiedad de Jehová.
He tenido dos sueños, estos dos días.
Desde orillas del río en la Barquita, veía yo una fila interminable de gente que pasaban de oeste a este, como cruzando un puente flotante debajo del puente de la 17. /Recuerde que la geografía en los sueños se distorsiona, porque si estoy en la Barquita no puedo estar al mismo tiempo estar en los Mina debajo del puente de la 17.
El aspecto de la gente que venía era grotesco, pero yo hice un esfuerzo en no mostrarles que los veía feos. No debía ser rudo ni descortés, así pensaba yo.
Este es el segundo día y el segundo sueño:
Gente a pie, en carros, en camionetas pasaban de este a oeste. Veo a una mujer quien me dice ser la esposa de José, un haitiano quien trabaja en ocasiones para mi hermano quien es arquitecto. Mi hermano lo contrata en pequeñas obras. Vamos en tropel para Haití y al ver esta mujer quien me sonríe al recibirnos, yo pensé: Vaya! Que bueno que mi hermano trató bien a esta gente! Estábamos hablando de Jesé, intersección que sugería ser la frontera entre Haití y Rep. Dom. Al terminar de hablar me devuelvo hacia la parte este y al comenzar a caminar, al pasarle por al lado a una persona cuyo aspecto me hizo pensar que era un haitiano, este me detiene por el hombro y me pone detrás de él y comienza a caminar queriendo decirme: Yo entro primero. Lo hizo con gesto arrogante y orgulloso. Levanté mis cejas en asombro y luego desperté.
Cualquiera que llame a estos sueños comunes, no peca, pero yo pecaría si los llamo comunes.
Jehová, pon en nuestros corazones que te busquemos sin fingimiento para que gocemos de muchos beneficios.
