Santo Domingo, República Dominicana. 2 de Octubre de 2015
Yo soy un hombre malo, pero no lo soy por elección. El mal mora en mí. Yo he elegido ser un hombre agradable a los ojos de Jehová Dios. Mis hechos de maldad no podrán condenarme porque mi acto de justicia, que es mi fe en Cristo Jesús es mayor que mis hechos.
¡Qué sería del ser humano sin la gracia sempiterna del Cordero inmolado que quita el pecado del mundo!
Imagine esta elegante habitación que ahora describo. Contaminada esta con todo tipo de ruido el cual no cesa noche y día, paredes pegajosas con lama o moho, camas, muebles y sillas tan llenos de chinches que no se esconden al percibir la luz; en esta habitación debes mantenerte armado y alerta porque las ratas decidieron sacarte y apropiarse del lugar; la letrina, la cual está en la misma habitación, hiede más que el perro muerto que está al frente de la casa. Va a llover: dice la comadre.--- ¿Por qué lo dice usted?--- Mire ese ejército de cienpies y la nube de cucarachas que hay volando hoy en esta habitación!
¡Perdóneme por hacerlo o hacerla imaginar semejante cosa! Pero lo digo porque la tolerancia del Espíritu Santo para habitar en mí por todo este tiempo junto a la maldad que mora en mí, debe ser muy grande. Una tolerancia indescriptible, y todo lo hace por amor.
No hay héroe, sino Tú, Jehová. No hay mérito en ser humano alguno, nadie es digno de tener fama ni de ser admirado, solamente mi Dios trino.
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