Santo Domingo, Republica Dominicana. 01-Dic-2013
Una vanidad humana que se repite generación tras generación y no necesita ser enseñada es que el hombre quiere exhibir su bella mujer, pero no la quiere compartir. Quiere que la codicien pero quiere ser el único hombre en su vida. Lo mismo va para la mujer. Pero este deseo de ser envidiado no viene de Dios, sino de la carne y tiene consecuencias no deseadas.
El hombre que se enamora de una mujer bella y ella de él, instantaneamente despiertan el interés de unos hijos de satanás a los que llamaremos AGUAFIESTAS. El principio fundamental de los aguafiestas dice así..
"Esa es demasiada mujer para ese negro" o "Esa tipa no es mujer para ese hombre que está buenísimo"
El aguafiestas hace un juicio y decide si una persona merece o no ser la pareja de otra basándose en los rasgos físicos de esta, y no solamente juzga, sino que actúa, porque hará lo necesario para provocar la separación. El aguafiestas llega al límite de ofrecerse él mismo o ella misma como intruso o intrusa, y una vez que logra su objetivo abandona a la tonta o al tonto quien permitió que este aguafiestas le arruinara una genuina y bella relación que obviamente estaba basada más en rasgos psíquicos que en rasgos físicos. Luego este tonto o tonta entiende que una cosa tenía más valor que la otra pero es muy tarde ya.
Lo anterior es una consecuencia de querer que codicien tu pareja por la vanidad de tener el más codiciado o la más codiciada y no pensar que una cosa viene con la otra.
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