Santo Domingo, República Dominicana. 09 de Septiembre del 2014
Eran las 9:30 am. del día de hoy cuando me disponía tomar mi desayuno. Antes de que el primer pedazo de pan seco llegara a mi boca, había salivado como quien tiene en frente el más suculento de los manjares. Devoré mis dos panes de agua con media banana madura que encontré en el refrigerador. ¡Que ricura!
Gracias te damos Señor, nosotros los hambrientos, porque disfrutamos a plenitud el placer sentido por medio de las papilas gustativas. Recuerdo una vez bajo tu vara, cuando incluso comer, entre todo placer al que tenía acceso, era un acto aburrido y triste. Todo me sabía a tallota. La razón, estaba yo apartado de ti.
Pero gracias porque me perdonaste y me restauraste y me diste otra oportunidad de estando vivo vivir.
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