Santo Domingo, República Dominicana
Tenía unos 14 años cuando me sucedió ésto una tarde en el Liceo Vespertino Juan Pablo Duarte. Un individuo como de unos 19 años me provocaba y como era muy desigual el pleito yo lo ignoraba. Luego me encontré con un peleador de Kung-fu Garra de Águila que vivía en mi mismo barrio y le conté lo que estaba pasando. Este peleador de Kung-fu, cinturón negro me dice, << Vamos para donde el tipo. Tú lo vas a provocar y como es un abuso la pelea entre tú y él, éso va a justificar que yo me meta en el pleito.>>
Así lo hice. Entré al aula y me paré frente al individuo. Cuando miro hacia atrás, aquel quien se suponía era la persona que iba a pelear se quedó atrás, parado en la puerta del aula. Pero señores, el orgullo es una cosa grande porque en vez de retroceder tuve que tirar pa'lante yo solo. El tipo me dio una golpiza. No quedó una butaca parada.
Algo parecido pasó con otra persona del barrio. Cuando el que recibió la golpiza le preguntó a su compañero que cuál había sido la razón por la que él lo había abandonado, el otro le respondió, << Lo que pasó fue que yo estaba vigilando a un rubito que se quería meter. Era acechándolo que yo estaba.>>
La historia del rubito es un clásico en el barrio que yo crecí.
Es un riesgo grande contar con el ser humano. Hoy en día, yo cuento con Jehová hasta el día de mi muerte. Luego recibiré la vida eterna cuando Cristo vuelva otra vez. ¡Aleluya!
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