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sábado, 15 de septiembre de 2012

LAS GUERRAS

Santo Domingo, República Dominicana. 15-Septiembre-2012

Sospecho que más que movido por el Espíritu Santo, soy movido por la condición del mundo de hoy a escribir lo siguiente. Las guerras, la sangre derramada por las manos de los hombres de Dios, es lo que provoca al hombre para acusar a Dios de doble moral. 

Desde que fue dada la orden de poseer a Canaan, Dios ha insistido en que sus hijos se enfoquen más en la obediencia que en la espada. De hecho, Moises, no levantó ni un alfiler contra faraón, Dios lo hizo todo. Pero las rebeliones hicieron a Dios delegar al hombre el ir a la guerra a sudar y morir por la tierra, que en los planes de Dios estaba el hacer continuamente lo que hizo en Egipto sin tener la nación de sacerdotes la necesidad de empuñar una espada.

Dios lloró y dijo: Cuantas veces he querido juntarte bajo mis alas como una gallina reúne a sus polluelos. Dios es omnipotente, pero su pueblo lo ha hecho modificar mil veces la trayectoria, por el libre albedrío de este, aunque Dios no cambiará jamás la meta final, porque ha jurado por sí mismo que cumplirá su promesa. No estaba en el plan original de Dios que su pueblo derramara sangre. Él mismo pelearía por su pueblo, este, dando siete vueltas, levantando las manos al cielo, etc. Pero la rebelión y la falta de confianza a Dios lo llevaron a dividir la nación entre guerreros y sacerdotes. 

A pesar de todo esto Dios discrimina en el mundo bélico, entre guerreros y mercenarios. Y sin tener que teorizar mucho, el guerrero tiene una causa. El mercenario no tiene causa. La creación del hombre de guerra en la nación de Dios fue un parche en la ruptura del vestido. En Jeremías 13:11 las sagradas escrituras muestran cual era el plan que Dios tenía con Israel:
"...para que me fuese por fama, por alabanza y por honra; pero no escucharon..." 
De la manera en que has sido llamado, así debes permanecer dice la palabra. Al hombre de guerra: ¡Que vigile su corazón y encomiende su alma al Señor! ¡Que no cometa crímenes de guerra! ¡Que no se envanezca en la sangre para que no le sea contado por pecado!

Quiero decirte hermano, que yo, al igual que tú, sufro cuando oigo que difaman el nombre de Jehová con razonamientos carnales. Pero mantente firme y no te dejes confundir. Dios es amor. Y debes saber esto: Los carnales no tienen ni idea de lo que es la nobleza, la honorabilidad, ni el amor. Y en vez de merecer nuestra reprensión, merecen nuestra lástima por la ignorancia. Porque si un bebé de tres meses te da una cachetada: ¿Herirá tus sentimientos? Así pido yo perdón por todos ellos porque no tienen ni idea...

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