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miércoles, 4 de julio de 2012

ELÍ Y DAVID, PADRES APOYADORES

Santo Domingo, República Dominicana. 04-Julio-2012

Un indicador de la intensidad con que un padre manifiesta amar a un hijo, son los actos, cuales quiera que estos sean, con el propósito de brindar seguridad y felicidad al hijo. Es cuando por instinto se manifiesta la abnegación. Vamos a ponerle un nombre a lo anterior: Amor paternal.
Una manifestación errónea del intenso amor paternal que sentimos por nuestros hijos, lo es la indulgencia a sus actos reprensibles. No preste atención a mi anterior sarcasmo, porque cuando un padre disciplina, se abstiene, no por amor al hijo, sino por amor a sí mismo. Disciplinar implica que el padre sufrirá al ver sufrir. Por lo tanto, este se abstiene de disciplinar para evitarse el sufrimiento. Así que ese profundo amor no lo siente por su hijo, sino por sí mismo.
La primera vez que tuve que disciplinar a mi hijo, lo sufrí. Y lo sufrí de tal manera que me pregunté a mí mismo: ¿Y esto es lo que se siente disciplinar con vara a tu hijo?
Sin duda todos hemos oído decir que no hay padre ni madre que no ame a todos sus hijos; pero amar es un verbo y se manifiesta con actos y hechos. Los actos son pensados y los hechos instintivos. Por lo tanto, no hay que comentar nada, los actos y los hechos hablan por sí solos.
Quiero hablar de dos hombres de Dios que tuvieron esta debilidad: Elí y David. Y un dato interesante es que no estamos hablando dos hombres débiles de carácter; sino de dos hombres que cometieron el pecado de idolatrar a sus hijos. Comenzaré con David. David aun en su vejez tenía esta debilidad. Lo que salvaba a David era que cuando Dios le hablaba oía y actuaba en consecuencia, corrigiendo su error. ¡Leamos lo que dice en 1 Reyes capítulo 1(uno), versos 5 y 6.
“Entonces Adonías hijo de Haguit se reveló, diciendo: Yo reinaré. Y se hizo de carros y de gente de a caballo, y de cincuenta hombres que corriesen delante de él. Y su padre Nunca Le Había Entristecido en todos sus días con decirle: ¿Por qué haces así? Además, este era de muy hermoso parecer; y había nacido después de Absalón.”
Este Absalón fue idolatrado por David y por eso lo perdió, el mismo camino tomó Adonías. David debió formar con disciplina a sus hijos, precisamente por ese grande amor que sentía por ellos; pero falló en este sentido el que agradó el corazón de Jehová. Te imito en todo, menos en esto David.
El otro personaje de quien dije que hablaría es Elí, sacerdote y juez de Israel. Este tenía dos hijos: Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová; pero eran dos impíos endemoniados. La palabra de Jehová escaseaba en aquellos días (1 Samuel 3:1). Por esta razón estos impíos profanaban lo sagrado. Elí, el padre de ellos, como sacerdote y juez, pudo tomar medidas drásticas con ellos y desarraigar el mal;  pero no lo hizo, sino que fue suave con esos impíos.
Comparemos a Elí y a Saul. Saul fue un hombre sin fe y sin conocimiento de Dios; pero tenía el celo vivo de Jehová. En una ocasión Saul atentó contra la vida de su propio hijo Jonatán, por el celo de Jehová. Elí nunca habría hecho eso.
A la conclusión que tengo que llegar es que a quien le falta el celo de Jehová, puede caer en una de las miles formas de idolatría que existen; pero tenemos el caso de David quien aunque tenía el celo de Jehová, idolatró a sus hijos por el profundo amor que sentía por ellos.

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