Santo Domingo, República Dominicana. 20 de Mayo del l2014
Mi querido tío Abraham en 1990 me dijo que no leyera mucho la Biblia porque quienes leen la Biblia se vuelven locos. Su preocupación era válida y con toda buena fe, porque él en realidad creía en lo que me estaba diciendo. Ese concepto de él, no era algo particular, sino uno muy generalizado que había pasado de generación en generación, de tal manera que hubo un tiempo en la humanidad en que tener una Biblia era un pecado que se pagaba con la hoguera.
2014, siglo XXl. Quedo anonadado porque la reflexión, pensar, es considerada como un riesgo en el que incurre un individuo, de perder la razón. Dicho de otra manera: quien no vive a la brigandina gozando el momento,y pierde su tiempo en reflexionar sobre los problemas que lenta y disimuladamente nos asesinan, entonces quedará loco.
Eso no me parece un dato científico, tomando en consideración que a quienes sufren de Alzheimer se les recomienda jugar ajedrés o cualquier actividad en la que mantenga activa a la memoria.
A mí no me extraña que quien es beneficiado por mi ignorancia quiera de alguna manera decirme que el saber me perjudica, máxime cuando este alguien vive de su saber y quiera monopolizarlo, pero no logro comprender que alguien a quien no le beneficia (que sepa yo) mi ignorancia, esté en contra de mi saber.
Yo tengo mis detractores. Aquellos que atacan mi persona con el fin de restar el valor de verdad que tienen mis palabras, las que me ha dado Jesús. Es decir, si logran convencer que yo he perdido la razón, entonces todo lo que yo diga será una locura, chocando de frente con Cristo, (Mateo 5:22) al llamarme fatuo.
Porque eso es lo triste, que las masas son haraganas para pensar y la estratagema de ridiculizar al locutor hace a las masas interpretar que sus ideas también son ridículas.
¡Ay de ellos! Porque contra Cristo de frente están. Aunque me duele, soporto el dolor y sigo mi camino por la senda estrecha.
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(A la brigandina) : La vida loca.
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