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lunes, 28 de mayo de 2012

CUANDO EL INJUSTO TIENE LA RAZÓN

Santo Domingo, República Dominicana. 28-mayo-2012

Por razón de escasez de maestros de idioma que adolecía el sistema educativo dominicano, logro yo en el año 2003 conseguir un puesto como maestro de idiomas: inglés y francés, en un centro educativo dominicano. Trabajé por seis años junto a un grupo de maestras no creyentes y quienes óbviamente tenían principios opuestos a los míos. 

Para muestra un botón. Ellas ostentaban orgullosamente un principio humano que resa: "Las clases no se suicidan". Esto implicaba que yo debía secundar a mis compañeras de trabajo en todas sus causas, aunque personalmente yo no estuviera de acuerdo con ellas, al consderar sus causas injustas. 

Por supuesto, nunca secundé una causa injusta; expresé mi desacuerdo en las injusticias etc. Existía o existe la idea de que el estudiante es enemigo del maestro y los maestros deben ser uno y cubrirse como lo hacen los estudiantes. Esto me ubicó en un fuego cruzado, porque ni tenía el apoyo en la justicia de parte de los estudiantes, ni tampoco a las maestras.

Esta situación siempre generó discuciones entre las maestras y yo. Yo exponía siempre mis razones a la luz de la  Biblia, a la luz de la verdad, y yo, con la fuerza de la verdad de mi lado, nunca transigía; resistía a la voz de la injusticia implacablemente. Esto me ubicó en una situación en la que de manera implícita, de mi y sólo de mi se esperaba que actuara exageradamente bien, que fuera más recto que una tabla. Sus ojos estaban siempre sobre mi para acusarme, de modo que la acusación surgía sólo por sospecha. Pero la verdad me otorgaba la razón; sin embargo, nunca expresaron con sus bocas disculpas, ni admitieron estar equivocadas. Simplemente al no poder acusarme más hacían retirada.

Una vez cometí un error técnico. Y una profesora vió la gran oportunidad; pero yo no negué haber cometido el error. Esto la tomó por sorpresa porque ella esperaba que yo, como ellas defendiera la no razón.

Su actitud, entonces me sorprendió a mi, porque yo entendía, que al admitir mi equivocación todo quedaría resuelto; pero ella levantó la voz y llamó a otras profesoras para seguir acusándome sobre un error que yo ya había admitido, y sobre el cual no era necesario discutir. Yo me sentí mal. Y en aquel entonces escribí lo que sigue:

Cuando el injusto tiene la razón

(personajes ficticios)
Judas y Emmanuel tienen un conflicto. Judas es un hombre injusto; pero Emmanuel es un hombre husto. Se da un conflicto en que el injusto Judas tiene la razón. Judas le reclama el problema a Emmanuel, y Emmanuel como es justo admite su error y con humildad pide disculpas a Judas, a pesar de que el tono de Judas era para molestar a Emmanuel, y originar una discución. La intención de Judas no era hacer que Emmanuel entendiera su error y cambiara.

Por lo tanto, Judas no se siente satisfecho con la disculpa de Emmanuel, ya que Emmanuel al disculparse queda sin resentimiento y sin dolor alguno, y esto molesta a Judas quien está ensañado con Emmanuel y al Emmanuel disculparse se frustra el intento de Judas de transferir el dolor.

Judas sólo apaciguaba su dolor, si lograba transferirlo a Emmanuel. Entonces se da el caso de que Judas a pesar de que Emmanuel le concede razón, Judas sigue molesto y con dolor. Y sigue procurando castigar a Emmanuel con algo que él ya admitió. Hasta que logra enojar a Emmanuel, entonces Judas siente alivio, no porque Emmanuel se disculpó, sino porque logró transferir el dolor y enojo que él sentía. Así es el injusto cuando tiene la razón, es castigador.

Lo anterior es exactamente lo que pasó entre la profesora y yo. Ella se sintió bien, no al recibir mi disculpa, sino al castigarme haciendome enojar, entonces se sintió bien.
 

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