Dios está más interesado en perdonar que nosotros en recibir su perdón. Los perfeccionistas por ser como somos debemos cuidarnos de no exagerar el asunto cuando se trata de nosotros mismos, pues sabemos que el Señor es un Dios perdonador, y así lo predicamos, pero cuando somos nosotros quienes pecamos, el enemigo conociendo nuestra forma de ser querrá engañarnos haciéndose pasar por nuestra consciencia, para acusarnos con algo que ya Jehová nos perdonó. Isaías 6:5-7 nos da una muestra de lo presto que Dios está para perdonarnos. Isaías no había terminado de confesar su pecado cuando el serafín voló y toco sus labios con el carbón encendido y su culpa fue quitada.
Yo mentí a alguien sobre algo insignificante, por tan sólo $5 pesos. Pero el acusador quiso hacerme pensar que mi conciencia no dejaba de acusarme por el asunto, aún después de que yo lo confesé a Dios y le pedí perdón, pero comprendí que no era mi conciencia, sino el acusador. Comprendí que el dragón estaba obrando. Yo me decía: "¿Si yo tengo la firme convicción de que Dios perdona aún a un homicida, por qué me continúo acusando a mí mismo por un pecado no tan grave? Yo me decía: "Yo ya he pedido perdón."
Fue cuando comprendí que no se trataba de mi conciencia, sino del acusador acusando. Me planté y me repetía a mí mismo, o a la voz del dragón en mi mente diciéndole:
Mentiras tuyas satanás, yo no siento culpa por lo que Dios ya me perdonó.
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